Unterweger mató a una prostituta, purgó 15 años en la cárcel, fue liberado y volvió a asesinar a otras diez. ¿Disfruta usted actuando de sádico criminal, como en las películas?–No, no. Soy un hombre de teatro: he hecho más de cien obras y 70 películas con personajes muy distintos, pero me recuerdan solo por un puñado de personajes de villano. Pero yo no suelo escribirlos. Y no me importa cómo me recuerde la gente.
–¿Cómo es John Malkovich?–No sé cómo es. Pero si pregunta si me considero difícil, complejo u oscuro, nada de nada.
–¿Qué le interesó de Unterweger?–Empezó a escribir en la cárcel, se hizo célebre y la sociedad austriaca lo liberó como ejemplo de rehabilitación, pero volvió a matar. Y gustaba a las mujeres, era mono y le querían ayudar y cambiar.
–¿Por qué a muchas mujeres les seducen los hombres malos?
–Debería preguntárselo a ellas. Yo no prefiero a las mujeres malas. Pero creo que deber ser por cierta fantasía con el poder y sobre cómo ellas pueden cambiar a alguien y conseguir la rosa sin la espina. Pero eso no es posible.
–«Nadie puede cambiar a la gente, solo ellos mismos», dice. –Puedes ayudarles a entender que hay una versión de ellos diferente a la versión que ellos viven, pero no puedes cambiarlos, deben ser ellos, si quieren. –¿A usted le ha cambiado la fama?
–No, la vida ha cambiado, pero yo no. Ahora para todo el mundo hay un sistema de vigilantes, todos somos paparazi, somos una especie de agentes de la Stasi. «Te vi allí en el Corte Inglés, o en Colom con tal...» Y aparentemente nos gusta estar bajo vigilancia.
–Dice usted que la mayoría de personas podrían ser un asesino, como su personaje. ¿Usted también?
–La mayoría de la gente tiene la capacidad de matar. Y yo también, sí, yo no soy especial. –La obra también es una reflexión sobre la redención.
–La noción de redención o rehabilitación no es solo importante en términos de criminales; también para todos. Quisiéramos creer que si hacemos algo terrible, cualquier cosa, podemos ser redimidos, perdonados. Nuestro sistema legal y religioso, e incluso gran parte de nosotros mismos, están basados en esta noción porque de otra forma seríamos perfectos o pensaríamos que la perfección se puede lograr, pero no es el caso.
–Nos resulta muy difícil perdonar.
–Es muy difícil para los católicos, protestantes, incluso musulmanes, judíos, budistas... incluso perdonarnos a nosotros mismos. Y también para las víctimas de crímenes horribles resulta muy difícil perdonar porque a menudo los criminales no son condenados. Si la gente supiera ciertamente que tendrían su pena con lo que la sociedad estableciera, sería más fácil perdonar. Pero el porcentaje de criminales encontrados y condenados, al menos en EEUU, no es muy alto.
–¿Qué piensa usted de la pena de muerte?
–Cuando no tienes la posibilidad de la pena de muerte esencialmente estás diciendo que el árbitro final de la vida y la muerte es el asesino; él es quien decide la vida y la muerte, la sociedad no puede. Estoy de acuerdo solo en este sentido. Y muchos dirán, ok, la cárcel es más pena, pero yo no estoy seguro. Sin embargo, ejecutar a inocentes, lo que ha pasado en España, Francia y EEUU, en todos los sitios, y aún hay inocentes en el corredor de la muerte, es totalmente diferente. Es problemático en todos los sentidos.
Que Jack matara a 11 mujeres era su responsabilidad, pero también de la sociedad. En EEUU tuvimos un caso muy parecido. En ambos casos el sistema de creencias les dio a ambos carta verde para hacer lo que quisieron: matar a mujeres, especialmente las más pobres y mayores víctimas. ¿Tiene sentido eso?
-O sea, la integración social a veces no es posible.–Los asesinos en serie y los pedófilos no se pueden curar. ¿Qué hacemos? Es un problema complejo en el que las creencias como casi siempre están en contra nuestro.
–Quiere usted hacer una película en un espacio de Josep Maria Jujol, al que admira. ¿Lo prefiere a Gaudí? –Gaudí también es fantástico, pero Jujol me encanta, era muy sencillo y logró hacer algo de la nada. Me gustaría hacer una película sobre unos personajes encerrados en una construcción suya, quizá en Sant Joan Despí, pero necesito los permisos, no es fácil. –Conoce bien Barcelona, viene a menudo y eso que hace unos años le robaron un pastón.
¿Cómo fue?–15.000 dólares. Estaba con la producción de Pasos de baile, llevaba dinero que me había devuelto la productora en una maleta muy pesada porque también llevaba muchos libros. Entré en una tienda de muebles, la dejé un momento en el suelo al ir a mirar un par de cosas, y oí al propietario gritar y alguien salió corriendo detrás para cogerlo... Pero puede pasar en cualquier sitio. Creo honestamente que Barcelona tiene muchos crímenes de este tipo, pero sucede en muchas ciudades... es la vida de la ciudad. Vengo mucho porque me encanta la cultura, la arquitectura, el estilo de vida, tengo muchos amigos... Paso mucho tiempo en Europa porque en EEUU ya estuve 35 años y no hay muchos misterios culturales para mí allí. Sorprende que a una persona con tanta curiosidad por la cultura no le interese la política, ni la religión...
¿Es la cultura la que realmente puede cambiar el mundo? –Absolutamente. Esta es una de las razones. Además, no sé de ningún político al que primero todo el mundo quería y luego no fuera odiado. –¿Pasará con Obama? –Veremos en cuatro u ocho años. Pero nadie es un mesías. Yo no miro a los políticos para hacer mi vida. Yo hago mi propia vida.