martes, 23 de junio de 2009

OEA condenada a muerte por complicidad en crímenes de lesa humanidad

Caracas, Jun. 5 ABN (por Hernán Mena Cifuentes).- Un sismo aún más poderoso que el registrado días antes en aguas del Caribe sacudió esta semana a San Pedro de Sula, poniendo fin a medio siglo de sumisión de la Organización de Estados Americanos (OEA) a Washington, al revocarse la medida que expulsó a Cuba del organismo hemisférico, acción de horror, mas que un error histórico, aberración jurídica que debe corregirse con la desaparición de ese ministerio de colonias del Imperio. Así lo demandan los pueblos del continente, que de la mano de sus líderes hicieron posible la histórica victoria obtenida en Honduras, gestada en Cumaná durante la VII reunión del ALBA y consolidada en Puerto España en la V Cumbre Presidencial de las Américas, rebelados contra mas de 60 años de dominación imperial, época en la cual fueron sumidos en abismos de dependencia política y económica con sus lacras sociales de ignorancia, enfermedad miseria y hambre. Prueba fehaciente de esa era de infamia, son esos personajes dignos en un museo del horror como los Somoza, los Duvalier, Stroessner, Videla, Massera, Pérez Jiménez, Pinochet, Ríos Montt, Fujimori y otro dictadores latinoamericanos y caribeños, impuestos a sangre y fuego por EEUU, que asesinaron, torturaron y desaparecieron a miles de inocentes, bajo el cómplice silencio de la OEA, que siempre calló sus crímenes. Algunos de esos sátrapas, figuraron entre los mandatarios de los gobiernos que, con la honrosa y digna oposición de México, aprobaron en enero de 1962, la expulsión de Cuba de la OEA. Sin embargo, hoy, cuando se enmienda aquel trágico error, nadie crea que EEUU está dispuesto a aceptar lo que este miércoles sucedió en Honduras en una clarinada de Justicia, como aparentó hacerlo Thomas Shannon, el astuto, taimado y veterano diplomático yanqui al pronunciar su breve discurso de conciliador tono mientras en el fondo rumiaba su impotencia ante la humillante derrota sufrida allí por el Imperio. Y es que, pocas horas antes de aprobarse la histórica Declaración, Hillary Clinton, su jefa y secretaria de Estado de EEUU trató de imponer allí la voluntad de Washington para que el documento incluyera una serie de condiciones inaceptables a la dignidad y soberanía de los gobiernos y pueblos hermanos de Cuba. Sin embargo, el condicionamiento propuesto por Clinton fue totalmente descartado, quedando establecido en el Art. 2, de la resolución, que “La participación de Cuba en la OEA, será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la OEA.” Fue por ello que la dama no asistió a la ceremonia de clausura de la 39ª Asamblea del organismo hemisférico donde se dio lectura a la histórica resolución, y frustrada y muy molesta abandonó el país y continuó su viaje en dirección al Medio Oriente para reunirse con su jefe, el presidente Obama para acompañarlo en la gira que él realiza por esa región y Europa. Las fallidas intrigas de la funcionaria no pasaron inadvertidas para Fidel Castro, quien las consideró como “humillante y prepotente advertencia”, reiterando al mismo tiempo su firme posición de rechazo a un eventual regreso de Cuba a la organización, expresada el pasado 15 de abril en respuesta a unas declaraciones ofrecidas por el secretario general de la OEA, Luis Miguel Insulsa. El chileno, hablando en un tono propio de un “cachorro del Imperio”, dijo en esa oportunidad que “Cuba debe expresar claramente su compromiso con la democracia si quiere regresar a OEA, como demanda un creciente grupo de gobiernos latinoamericanos.” Con la afirmación Insulza reveló su claro compromiso con Washington, ya que ningún país, fuera de EEUU, ha hecho tan absurda exigencia, y todo lo contrario, se habían manifestado desde antes de aprobarse la Declaración de San Pedro Sula, por un regreso sin condicionamiento alguno para el retorno de Cuba al organismo hemisférico, de allí que la respuesta de Castro a su posición, fue clara y contundente. “Insulza, -expresó el Comandante- afirma que para entrar en la OEA, Cuba tienen primero que ser aceptada por la institución. Él sabe, que nosotros no queremos ni siquiera escuchar el infame nombre.” “La OEA, -indicó- no ha prestado un solo servicio a nuestros pueblos. Es la encarnación de la traición. Si se suman todas las acciones agresivas de las que fue cómplice la OEA, éstas alcanzan cientos de miles de vidas y acumulan decenas de años sangrientos. La OEA tiene una historia que recoge toda la basura de sesenta años de traición a los pueblos de América Latina.” Resulta por lo tanto, válida la idea que viene germinando en el nuevo y avanzado pensamiento que se extiende como hoguera por América Latina y el Caribe tras la emergencia de gobiernos progresistas que han cambiado el mapa político, económico y social de la región derribando en sus países las estructuras de un sistema obsoleto y vetusto y permitiendo significativos avances de los DDHH, cuyos líderes se pronuncian por la desaparición de la OEA. Uno de los primeros en hacerlo, fue Adolfo Pérez Esquivel, premio Nóbel de Paz y destacado activista de los DDHH, quien en 2005, al criticar la conspiración que EEUU y la oligarquía golpista venezolana venían adelantando en contra de la revolución venezolana y su líder, dijo que “La OEA debe desaparecer si llega a permitir la concreción de las maniobras de EEUU para derrocar al presidente venezolano Hugo Chávez Frías.” “Si se permiten esas cosas, y la OEA va a ser manipulada para intervenciones militares, -advirtió- entonces ese organismo debe desaparecer o transformarse, pues su función es democratizar y no estar al servicio de una gran potencia.” La opinión del Premio Nóbel, ha cobrado mayor fuerza últimamente, y son los presidentes de Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia los que hoy se pronuncian como él por la desaparición del organismo hemisférico, y la idea se ha extendido a otros países, cuyos pueblos sufrieron los desmanes y abusos del Imperio mientras la OEA permanecía sorda y muda frente a sus reclamos, distorsionando la verdad para convertir a la víctima en victimario. Entre los mandatarios que con más vehemencia se pronuncian por la desaparición de la organización, figura el presidente venezolano, quien hace semanas, en un artículo de la serie “Las líneas de Chávez”, espacio de opinión de su autoría, manifestó que “El Imperio se quedó sin colonias y la funesta OEA a pasado a ser un cadáver insepulto.” Lo mismo afirmó el presidente cubano Raúl Castro, durante la Cumbre extraordinaria del ALBA, celebrada el pasado mes de abril en Cumaná, mientras que el mandatario boliviano, Evo Morales, quien ya ha abogado por la creación de una organización alternativa a la OEA, retó en ese foro a la organización para que lo expulse de sus filas, como lo hizo hace 47 años con Cuba, si se declara marxista-leninista, lo cual hizo allí mismo. El jefe del Estado ecuatoriano, Rafael Correa, por su parte, propuso la creación de una Organización de Estados Latinoamericanos y Caribeños,-OELC- que incluya a Cuba y excluya a los EEUU, propuesta que goza del apoyo y simpatía de los gobiernos progresistas y de la mayoría de los pueblos de la región, que aspiran a liberarse definitivamente de las ataduras de la OEA, institución creada a la medida de los intereses del Imperio. Y mientras el pueblo cubano celebra junto con sus hermanos del continente la histórica victoria conquistada en San Pedro Sula, en EEUU, se escuchan los lamentos y amenazas de los sobrevivientes de la mafia mayamera que desde el Congreso, protestan por la medida y claman por venganza. Son los congresistas de origen cubano, quienes, cobijados bajo la siniestra sombra de George Walker Bush y su hermano obtuvieron sus curules como recompensa por el fraude electoral cometido en la Florida en los comicios presidenciales que le dieron la victoria al Nerón del siglo XXI. Ellos exigen que se suspenda parte el pago de los fondos para el funcionamiento administrativo de la OEA, al que Washington contribuye con el 66%, y cuyos “intereses” solía cobrarse con la vil moneda del chantaje político y económico cada vez que el organismo hemisférico se disponía a votar un tema en el que estaba en juego el absoluto dominio que hasta hace poco ejercía sobre la mayoría de sus miembros. Resollando por la herida, la representante Ileana Ross-Lehtinen, llegó al paroxismo del cinismo e ignorancia de la historia, al exclamar fuera de sí, que “se trata de una traición, que lejos de fortalecer a la OEA, la resolución es una afrenta a la Carta de la Organización. El dinero de ningún contribuyente norteamericano,-agregó- debe respaldar a esta lamentable organización que en su momento se enorgulleció de su compromiso histórico con la democracia y los DDHH.” Por su parte, el senador Bob Menéndez, calificó el acuerdo, de “débil y absurdamente vago y es por eso, -añadió- que el Congreso discutirá, en qué medida está dispuesto a apoyar a la OEA como institución”, mientras que los congresistas Mario y Lincoln Díaz-Balart, manifestaron que “esta decisión es una inmerecida y grotesca traición al pueblo oprimido de Cuba.” Lo mismo sucedió en Venezuela y otros países de América Latina y el Caribe, donde sesudos analistas políticos, reconocidos lacayos del Imperio y asalariados de la oligarquía, expresaron, como era de esperarse, su rechazo a la resolución, a través de los medios mercenarios en cuyos titulares y noticias se observó lo nada bien que les cayó la histórica medida. Ignoran que lo ocurrido en San Pedro Sula, es prolongación de un sueño que hace 183 años quedó trunco cuando las intrigas del gobierno yanqui y las oligarquías criollas hicieron fracasar el Congreso Anfictiónico de Panamá convocado por Bolívar, para hacer de la región una sola unidad para protegerse del Imperio, que tras su muerte, inventó el Panamericanismo, punto de partida de una era de dominación que se consolidó con la creación de la OEA en 1948. Pero, los tiempos han cambiado, y mientras hoy se celebra la victoria obtenida en San Pedro Sula que enmendó el error histórico que, mas que error, fue punto de partida de una era de horror desatado contra Cuba por el Imperio y su cómplice la OEA, el pueblo latinoamericano y caribeño de la mano de sus líderes, se dispone a hacer realidad el sueño que Bolívar tuvo al convocar a ese evento en Panamá, ideal que ha de conducirlo hacia la Utopía de un mundo posible.

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